A comienzos del verano de 2017 descubrimos en la Iglesia de Santiago ‘El Mayor’ de Totana un antiguo manuscrito con obras polifónicas de diversos autores españoles que se remontaba al siglo XVI, algunas de las cuales eran desconocidas hasta entonces. Con este hallazgo se iniciaba una apasionante aventura de investigación y recuperación del patrimonio musical y documental, que culminará este próximo mes de julio con su presentación en el Congreso Internacional de Música Medieval y Renacentista de Basilea, gracias al trabajo del musicólogo Emilio Ros-Fábregas.
La interpretación de las obras más representativas de este manuscrito por parte de Cantoría y el Ensemble ECOS será uno de los acontecimientos más relevantes del Festival Internacional de Música Antigua de Sierra Espuña para este verano y, desde el Taller de Músicas Históricas de la Universidad de Murcia, se desarrollará un programa de actividades divulgativas que sirvan para dar a conocer este descubrimiento, que incrementa el enorme patrimonio documental de la música renacentista hispánica.
En el corazón del paraje natural de Sierra Espuña, en la Región de Murcia, se encuentra un paraje de singular belleza: el Santuario de Santa Eulalia de Mérida, patrona de la ciudad de Totana desde 1644. El templo tiene su origen en una pequeña ermita medieval construida gracias al impulso de la Orden de Santiago y su maestre, D. Pelay Pérez de Correa, personaje vinculado a la ciudad de Mérida. Los caballeros santiaguistas habían recibido en 1257 el encargo de proteger el castillo de Aledo, a escasa distancia del actual santuario, por expresa donación del rey Alfonso X ‘El Sabio’.
Tras la toma de Granada en 1492, la villa de Aledo perdió su importancia como baluarte fronterizo en favor de la villa de Totana, que había surgido como arrabal a los pies de la montaña. Un siglo más tarde, el primitivo templo de Santa Eulalia sería ampliado y adornado con unas espléndidas pinturas al temple, que presentan escenas de fe y relatan los milagros de Santa Eulalia de Mérida. En el siglo XVIII se añadieron el presbiterio y el camarín, que se vieron a su vez enriquecidos con la construcción de un retablo barroco obra de Jerónimo Caballero, así como de un órgano de procedencia, hasta la fecha, desconocida.
También en el siglo XVI comienza la construcción de la Iglesia de Santiago ‘El Mayor’ de Totana, bendecida en 1567, y en la que destacan los pilares y arcos de su estructura, así como el artesonado mudéjar del techo que fuera realizado por el lorquino Esteban Riberón. En el verano de 2017 acudimos a esta iglesia buscando nuevos espacios para los conciertos del ECOS Festival, ya que, aunque originariamente limitaba su actividad al municipio de Aledo, en esa edición expandía su programa de conciertos por las demás localidades de Sierra Espuña. Fue precisamente al subir las escaleras de la parte del coro de esta Iglesia —donde además se ubica el museo parroquial— cuando descubrimos un libro de partituras en el que nadie había reparado hasta entonces: era el Manuscrito de Totana, abierto de par en par, encima del antiguo armonio de la parroquia.
El descubrimiento
Las partituras que acabábamos de encontrar nos susurraban no solo una particular relevancia cultural e identitaria del territorio de Sierra Espuña en este ámbito musical, sino, quizá, también para el patrimonio musical español. El manuscrito consta de una treintena de obras musicales de polifonía sacra, entre las que se encuentran motetes, salmos de para vísperas y dos misas. Las obras contenidas en el Manuscrito de Totana tienen la disposición habitual de los libros de coro del Renacimiento, donde cada parte está escrita separadamente de las demás en una esquina de la hoja, con las voces agudas (cantus y tenor) en la parte izquierda y las partes graves (altus y bassus) en la página derecha. Por su tamaño, el documento podría haber sido usado como libro de facistol, unas partituras de gran tamaño legibles a distancia por todo el grupo de cantores e instrumentistas (ministriles), con las que se interpretaba el canto llano y la polifonía durante las celebraciones litúrgicas.
Nuestra primera preocupación fue la conservación del documento que había sufrido el desgaste del paso de los siglos y del uso, y por ello no dudamos en solicitar la colaboración de los profesionales del Archivo General de la Región de Murcia. Cabe destacar que el año anterior, el equipo de investigación de Early Music Project había tenido la suerte de encontrar entre los fondos del Archivo General otro grupo de partituras antiguas, localizadas en la encuadernación de unos protocolos notariales de Caravaca de la Cruz, entre las que se identificó una pieza de Tomás Luis de Victoria. Cantoría tuvo el privilegio de estrenar entonces estas partituras en un emotivo concierto con motivo del Año Jubilar de Caravaca, y gracias al apoyo del Campus Mare Nostrum de la Universidad de Murcia.
El siguiente paso sería constatar la relevancia del hallazgo y su posible repercusión musical y musicológica. Ese año 2016 estábamos colaborando con el profesor e investigador de la Universidad de Murcia, Antonio Pardo, en un proyecto con el Ensemble ECOS para la recuperación y reestreno de la música de la Catedral de Orihuela. Esta iniciativa formaba parte a su vez del proyecto del CSIC ‘Polifonía hispana y música de tradición oral en la era de las Humanidades digitales’, adscrito a la Institución Milà y Fontanals, dirigido por los investigadores Emilio Ros-Fábregas y María Gembero-Ustárroz.
La base de datos del proyecto ‘Books of Hispanic Polyphony’ tiene entre sus objetivos la catalogación y estudio de libros de polifonía (tanto manuscritos como impresos) de España y libros con repertorio hispano que se encuentran fuera de nuestras fronteras. De esta manera, no dudamos en poner el manuscrito en las manos de Ros-Fábregas para encontrar respuestas a las preguntas principales que nos surgían en torno al documento, y que prometía poder ser testimonio de una época de la historia de Totana y sus alrededores.
¿De dónde procedía el manuscrito? ¿Cuándo fue copiado y para quién? ¿Cuál había sido su uso y como terminó en la Iglesia de Santiago ‘El Mayor’ de Totana? Eran incógnitas que necesitaban de un riguroso estudio científico paralelo a las demás cuestiones musicales. Era importante localizar el nombre de los autores de las piezas anónimas para descubrir las posibles concordancias con otros manuscritos o fuentes de su música; o catalogarlas como obras únicas que, si no habían sido editadas ni publicadas anteriormente, podían llevar siglos sin haber sido interpretadas.
La música
Las partituras de Totana son el testimonio de una época, de una práctica en un momento y lugar determinado que podría haber sido la propia Iglesia de Santiago ‘El Mayor’. Gracias a la investigación de Ros-Fábregas se podrá datar y localizar el manuscrito, aunque una inscripción en una de las últimas páginas en la que puede leerse ‘Invitatorio para Navidad de Gandía’ año 1805, nos da una pista de su posible procedencia valenciana.
A pesar de que la mayor parte de la música que contiene el documento proviene del siglo XVI, este dato convertiría al documento en un manuscrito tardío. Su existencia supondría una prueba más de cómo el repertorio de la polifonía clásica pervivió en las catedrales y centros religiosos españoles durante varios siglos, durante los que convivirían el canto llano, el repertorio de los grandes compositores renacentistas como Victoria, Palestrina o Guerrero, y las obras ‘contemporáneas’ que serían compuestas por los maestros de capilla del momento en cada catedral.
El territorio de Sierra Espuña, como toda la Región de Murcia, ha estado históricamente situado en un enclave fronterizo, un cruce de caminos del levante español. Una prueba de este intercambio cultural podría ser el Manuscrito de Totana, en cuyas páginas conviven obras de posible procedencia valenciana con otras composiciones de autores del entorno de Sevilla, Córdoba y Granada. Encontramos motetes y salmos de Francisco Guerrero, Ceballos, Santos de Aliseda, Tornel y Magister Pontac y otras pequeñas piezas anónimas, además de siete salmos y nueve versiones de magnificats de Juan Navarro, cada una compuesta en uno de los ocho tonos eclesiásticos (repitiendo el primero).
A pesar de gozar de gran fama en vida, Juan Navarro ‘Hispalensis’, originario de Marchena (Sevilla), quedó fuera del ‘triunvirato’ de compositores renacentistas formado por Cristóbal de Morales, Francisco Guerrero y Tomás Luis de Victoria. No obstante, Navarro trabajó como maestro de capilla en las catedrales de Valladolid, Ávila, Salamanca y Palencia y su obra ha sido preservada en lugares tan dispares como Plasencia, Toledo, Vila Viçosa (Portugal) o Puebla (México).
Más de la mitad de las obras del Manuscrito de Totana están atribuidas a Navarro, aunque, desafortunadamente, habría incluso más obras suyas que se han perdido. En el primer folio del documento, numerado como página 25, encontramos uno de los versos centrales del salmo Laudate Dominum. Quinti toni, seguido de otros salmos propios de la liturgia de vísperas, por lo que suponemos que en las páginas previas podrían encontrarse otros salmos del mismo autor. Sus salmos y magnificats obedecen a la práctica común de la época de intercalar versos en canto llano con los arreglos polifónicos, inspirados en su caso en los tonos salmódicos tradicionales para construir la polifonía.
Juan Navarro fue tutelado probablemente por el propio Cristóbal de Morales, compañero de Francisco Guerrero en la Catedral de Sevilla y mentor de Tomás Luis de Victoria durante sus años en la Catedral de Ávila. Tres de sus obras profanas fueron publicadas en El Parnasso de Esteban Daza (1554) en versión de tablatura para voz y vihuela, del mismo modo que podemos encontrar obras de Francisco Guerrero en el Orphenica Lyra del vihuelista español Miguel de Fuenllana (1576). A pesar de su fama, su música religiosa no fue impresa hasta diez años después de su muerte, acaecida en 1580, gracias a la publicación en Roma de los Psalmi, Hymni ac Magnificat llevada a cabo por el canónigo Reinoso, ‘abad de Husillos’, el mismo mecenas que después patrocinaría a Tomás Luis de Victoria.
En el manuscrito encontramos, además, dos misas que completan el documento: la Missa Saeculorum Amen de Guerrero y la Missa O Rex gloriae de Alonso Lobo, que tienen la disposición habitual de cuatro voces mixtas (recordemos que, muy a menudo, las voces eran dobladas por instrumentistas de viento, los ministriles, como cornetas, chirimías o sacabuches) con las cinco partes del ordinario de la misa: el Kyrie, el Gloria, el Credo (habitualmente, el número más extenso), el Sanctus-Benedictus (con los alegres Hosanna in excelsis) y el Agnus Dei, número en el que habitualmente se desdoblaba la parte de soprano o tenor para añadir solemnidad al final de la celebración.
Alonso Lobo, que nació en Osuna en 1555 y murió en Sevilla en 1617, fue cantante de la Catedral de Sevilla y ayudante del propio Guerrero, en cuyos motetes se inspiró para la composición de la mayoría de sus misas. También trabajó como maestro de capilla de la Catedral de Toledo, donde coincidió en espacio y tiempo con el Greco, y mantuvo una estrecha relación de amistad con Tomás Luis de Victoria. Admirado por Lope de Vega y por Góngora, es interesante destacar que en la portada de su publicación Liber primus missarum (1602) aparecen, enmarcando una grabado de la Virgen María y San Ildefonso de Toledo, las imágenes de una vihuela de mano y una vihuela de arco, un laúd, un arpa, instrumentos de teclado de cuerda, un órgano, un sacabuche, una chirimía y un tambor, entre otros instrumentos. El estudio de la iconografía musical es una las herramientas que nos permiten, desde la interpretación históricamente informada, aproximarnos al sonido original de la música renacentista.
Pero de entre todas las obras del documento destaca por relevancia científica uno de los salmos: el Beatus vir,atribuido a Ceballos. La edición integral de la obra de Ceballos fue realizada en 1995 por el musicólogo Robert Snow para el Centro de Documentación Musical de Andalucía, pero en ella no aparece esta pieza musical. Es posible, por tanto, que estemos delante de una partitura que había estado perdida durante siglos y que, hasta ahora, únicamente se encuentre en el Manuscrito de Totana.
La puesta en valor
El interés que ha suscitado en el contexto académico internacional la próxima presentación del Manuscrito de Totana en el Congreso Med&Ren de Basilea (Suiza), nos da una idea de la importancia de un descubrimiento de estas características, ya que, además, se realizará un laboratorio artístico con alguna de las obras del manuscrito dentro del ‘Advanced Vocal Ensemble Studies’de la Schola Cantorum Basilensis, con el fin de explorar la notación musical y la posible evolución o variación de las piezas polifónicas a lo largo de los siglos.
El descubrimiento ofrece, pues, además de su valor artístico y científico, un elemento cultural e identitario de gran relevancia para el territorio de Sierra Espuña, formado por los municipios de Aledo, Alhama de Murcia, Librilla, Mula, Pliego y Totana, que aporta un componente más para vertebrar la cohesión cultural de una zona que ya cuenta con una rica tradición musical y folclórica, especialmente con las cuadrillas y el trovo de Aledo y Totana durante las romerías y fiestas patronales.
Todavía queda mucha música por descubrir y difundir del patrimonio hispánico y, gracias al trabajo incansable de los musicólogos, nuestro legado musical va desempolvándose, viendo la luz y cobrando vida. Para nosotros, como intérpretes, es un privilegio dejarnos guiar por estos estudiosos para descubrir cuántas más obras de arte esperan a ser interpretadas y, como el Manuscrito de Totana, desde aquel humilde rincón del coro de la iglesia, nos invitan a sumergirnos en las fuentes de la polifonía más auténtica.
Agradecimientos
Agradecimientos del autor a Francisco J. Fernández, Juan Cánovas, Rafael Hostench, Francisco J. Miras, Lali Moreno, Rafael Fresneda, María Senena Corbalán, Carmen Veas, Emilio Ros-Fábregas, Juan Diego Celdrán e Ignacio López.
Texto original publicado en Melómano Digital el 17/03/2021. Puedes acceder aquí.